Generalmente, tenemos una idea de las mujeres victorianas un tanto distorsionada por la literatura y el cine. En las aventuras de ficción, solemos ver mujeres activas que a pesar de llevar vestidos y corsés imposibles, dominan la escena de lo que ocurre.
La auténtica vida de la época victoriana para las mujeres era bien diferente. Incluso la reina Victoria, después de casarse, dejó que su marido tomase las riendas de la vida pública para dedicarse a la familia y, nos guste o no, esta fue la realidad para la gran mayoría de mujeres victorianas.
Índice de esta página
- Los derechos de la mujer
- Las Contagious Diseases Acts
- El trabajo
- El matrimonio
- El parto
- El vestido
- Mujeres victorianas importantes
En la imagen:
Thou knowest when unblest by thee, / Life sinks with me to lower planes, / And something more than lovers’ pains / Distress me with monotony.
Love Lyrics and Valentine Verses, for young and old. E. M. Davies. With illustrations. London: [1875].

Los derechos de la mujer en la época victoriana
La época victoriana se caracteriza por ser un periodo histórico muy estricto para la gran mayoría de las personas, pero en la que se consiguieron grandes avances sociales. Los derechos de las mujeres fueron buena prueba de ello, aunque lógicamente si los miramos desde el punto de vista actual nos seguirán pareciendo insuficientes.
Aquí te ofrecemos una pequeña cronología de los avances que se hicieron respecto a los derechos de las féminas.
En el año 1839 se aprobó The Custody of Infants Act, gracias a la cual era posible que en caso de divorcio, las madres pudieran obtener la custodia de los niños del matrimonio menores de 7 años. Igual que ocurre en la actualidad, los niños ya se usaban como arma en los casos de desavenencias entre las parejas y esta ley hizo que la posición de las mujeres fuese un poco menos débil, aunque lo cierto es que seguían teniendo todas las de perder.
En 1840, la Mines and Collieries Act prohibió el empleo de mujeres y niños en las minas. Quizá, desde nuestro punto de vista, pueda parecer que la prohibición del empleo era un atraso, pero hay que pensar que si se contrataban mujeres y niños, era porque se les pagaba menos que a los hombres y las condiciones del trabajo eran horribles.
En 1844, se aprueba una regulación que prohíbe que las mujeres trabajen más de 12 horas al día, incluyendo una hora y media para la comida. Tres años después, el número máximo de horas de trabajo al día se redujo a 10.
En 1870, la Married Woman’s Property Act reconoció el derecho de las mujeres casadas a ser propietarias del dinero que ganaban con su trabajo y a heredar bienes.
Ya tras la muerte de la reina Victoria, las mujeres pudieron votar con cierta libertad.
En 1918, la Representation of the People Act reconoció el derecho a votar de las mujeres mayores de 30 años. Un verdadero avance. Si se pregunta el lector porque se eligió una edad tan elevada, la razón no es otra que para evitar que las mujeres tuvieran demasiado poder de decisión.
Así lo explicaba Lord R. CECIL:
“It had nothing to do with their supposed capacity or incapacity between the ages of twenty-one and thirty-one. That limit was adopted in order to meet the objection to the extension of the franchise without some limit of the number of women voters (…) in order to avoid extending the franchise to a very large number of women, for fear they might be in a majority in the electorate of this country.”
Nada tiene que ver con su supuesta capacidad o incapacidad entre los veintiún y treinta y un años. Ese límite se adoptó para satisfacer la objeción de la extensión de su sufragio sin límite respecto al número de votos de mujeres. (…) para evitar extender el sufragio a un gran número de mujeres, por miedo a que tuvieran mayoría en el electorado de este país.”
Lord R. CECIL
Finalmente, en 1928, se igualó el derecho de voto entre hombres y mujeres gracias a la Equal Franchise Act.
No todo fueron avances: Las Contagious Diseases Acts
Aunque es cierto que en general las condiciones fueron mejorando, estaban lejos de ser dignas. Un buen ejemplo de ello fueron las Contagious Diseases Acts de 1864, 1866 y 1869.
En la época victoriana, la prostitución era una práctica habitual y el modo de vida de muchísimas mujeres. Al mismo tiempo, los militares británicos no podían casarse, lo que unido al puritanismo de la sociedad, hizo que fuera habitual que visitarán los prostíbulos.
Las Contagious Diseases Acts fueron unas leyes que permitían a la policía someter a las prostitutas a exámenes médicos forzosos para detectar enfermedades venéreas. Por supuesto, eran los policías los que decidían, de forma unilateral, qué mujeres eran prostitutas y cuáles no. Para colmo, las mujeres que daban positivo en estos análisis eran ingresadas en una instalación de la que no podían salir hasta que no se hubieran curado. De la misma manera, aquellas que se negaban a hacerse el examen médico eran recluidas durante tres meses, periodo que se alargó a seis con la ley de 1869 u obligadas a realizar trabajos forzados.
Estas leyes dieron pie a una gran cantidad de abusos, no solo contra las prostitutas, sino contra todo tipo de mujeres. Por ejemplo, se utilizó contra mujeres que por una causa u otra se sospechaba mantenían relaciones sexuales fuera del matrimonio, lo cual desde el punto de vista victoriano era un comportamiento propio de prostituta. Se puede imaginar el lector la posición de debilidad que sufieron las mujeres cuyos matrimonios no eran ideales.
Tras las protestas feministas lideradas por mujeres victorianas como Florence Nightingale y Josephine Butler (fundadora de la Ladies’ National Association), la ley fue derogada en 1886.
El trabajo
De nuevo muchos lectores pueden comenzar este apartado sobre el trabajo de las mujeres victorianas con cierto sesgo idealizado por el cine. Generalmente, en las películas vemos mujeres que no trabajan, siempre con despampanantes vestidos yendo de un lado a otro en coches de caballos.
Es cierto que, en cierto modo, esa imagen pasiva y lujosa representa el ideal victoriano. Es lo que la mayoría de “chicas bien” deberían ser (algo diferente a lo que “querían ser).
Sin embargo, la realidad era mucho más cruda. Las mujeres victorianas trabajaban, lo hacían duramente y en peores condiciones que los hombres. Igual que los niños victorianos, las mujeres solían tener trabajos muy mal remunerados. No se las contrataba por su valía, sino porque había que pagarlas menos que a los hombres.

Los trabajos más habituales eran:
- Servicio doméstico
- Lavandera
- Limpiadora
- Sombrereras
- Costureras
- Trabajadoras en fábricas de clavos y otros productos
Aunque estos trabajos puedan parecer sesgados por el género, lo cierto es que también eran habituales en los trabajos de las minas y muchos otros trabajos que realizaban en malísimas condiciones.
El matrimonio

La vida de las mujeres victorianas estaba muy controlada por sus familias, pero lógicamente esto dependía mucho de la clase social. Las mujeres pobres tenían que trabajar y esto unido a una educación sexual inexistente hacía que los embarazos fuera del matrimonio fueran habituales. No ocurría lo mismo con las clases medias y altas y cuando sucedía, generalmente se trataba de arreglar el matrimonio con el padre o bien se daba al niño en adopción.
La aparición de niños asesinados por sus propios progenitores estaba a la orden del día y las injusticias cometidas con las madres no quedaban rezagadas. Una mujer que asesinara a su hijo era condenada por asesinato. Generalmente, juzgada por un tribunal de hombres que nunca se molestaba en buscar al padre. Toda la responsabilidad caía sobre la madre que en el peor de los casos, podía haber sido presionada para mantener las relaciones en las que se concibió al niño o incluso violada.
Si no se asesinaba al niño y la mujer tenía más cultura legal y apoyo por parte de la familia, podía exigir al padre una pensión para la manutención del niño.
El estado natural de una mujer victoriana era o bien embarazada o bien dando de mamar a sus hijos. Nada se decía del desgaste físico que esto supone, si bien el hecho de que el número de niños en las clases altas era considerablemente menor que en las bajas, hace evidente que ya en aquella época sabían cómo controlar los nacimientos con bastante seguridad.
Una vez se casaban, las mujeres victorianas quedaban casi totalmente a expensas de sus maridos. Se consideraba que el consentimiento dado en el matrimonio, se extendía para toda la vida, con lo que las violaciones dentro del matrimonio no eran consideradas tales (Beasant, A. 1879. “Marriage, as it Was, as it Is, and as it Should be: A Plea for Reform”). También era aceptado que el marido pegase a su esposa con “moderada corrección”.
En cuanto a los divorcios, eran poco frecuentes. Un pequeño avance fue la aprobación en 1857 de la Matrimonial Causes Act, pero todavía quedaban años por delante hasta que se normalizara la práctica.
El parto
El parto de las mujeres victorianas si podría ser similar a lo que vemos en las películas. Una mujer sufriendo grandes dolores, con otras mujeres alrededor en un espacio poco adecuado. Algo mejoró la cosa a partir de 1847, momento en que se utilizó el cloroformo en un parto. De hecho, es bien sabido que la propia reina Victoria lo utilizó en su octavo parto con la asistencia del doctor John Snow.
Lo cierto es que la mayoría de mujeres afrontaban el parto en unas condiciones de malnutrición preocupantes. Esto no solo incrementa las posibilidades de partos prematuros, sino también las de complicaciones durante el alumbramiento. El resultado de la malnutrición, era una alta mortalidad infantil, tanto durante el parto como en los primeros cinco años de vida.
El vestido
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